EL RESPETO.
Respeto es una palabra que proviene del latín, “respectus” que traduce “atención”, “consideración” y originalmente significaba “mirar de nuevo.”
De ahí viene que, algo merezca una segunda mirada, sea algo digno de respeto.
Es un valor y una cualidad positiva que se refiere a la acción de respetar; es equivalente a tener aprecio y reconocimiento por una persona o cosa. Es la consideración y valoración especial que se le tiene a alguien o algo, al que se le reconoce valor social o especial deferencia.
El respeto es un valor moral, se aprende de los conocimientos y sentimientos que el individuo tiene sobre sí mismo. Se origina tanto en la auto-observación de las propias vivencias y acciones, como en las diversas formas de juicio ajeno (alabanza, censura, recompensa y castigo)
Para ser respetado por los demás, el individuo tiene que respetarse a si mismo. Sólo si se respeta y se quiere, conseguirá que otros le respeten. Al mismo tiempo diremos que es esencial que la persona se respete a sí misma para que pueda respetar a los demás.
LA DIGNIDAD CONCEDIDA POR EL RESPETO.
La dignidad se basa en el reconocimiento de la persona de ser merecedora de respeto. La dignidad y el orgullo no solamente son sentimientos diferentes, en cierta manera, también son opuestos. Puedes despreciar tu orgullo para conservar tu dignidad, y puedes destruir tu dignidad a causa de tu orgullo.
Dependiendo y teniendo en cuenta que, existen 2 tipos de orgullo, positivo y negativo. El primero representa nuestra dignidad y amor propio. El segundo proviene de defensas compensatorias que desprenden arrogancia y prepotencia.
Según el filósofo alemán Kant, “Los seres humanos se merecen un trato especial y digno que posibilite su desarrollo como personas. Defiende que el ser humano es un fin en sí mismo, no un medio para usos de otros individuos, lo que lo convertiría en una cosa”.
Para respetarse hace falta valorarse. Y esto sólo ocurre cuando uno está satisfecho de sí mismo. La satisfacción de nosotros mismos, la sentimos al responsabilizarnos de nuestros actos y utilizar la libertad propia del ser humano para conducir la vida.
Cuando se está dispuesto a aceptar el desafío de dirigir nuestra forma de hacer, cuando se vence la tendencia a eludir los problemas y los sufrimientos inherentes a ellos. Es cuando tenemos la posibilidad de crecimiento.
Los problemas no desaparecen. Es menester vivirlos, pues de otra forma permanecen y constituyen para siempre una barrera que se opone al desarrollo y crecimiento personal.
Me he encontrado con frecuencia el hecho de no darse el tiempo suficiente para conseguir el objetivo o para resolver el problema. Si no sale a la primera, ya aparece el sentimiento de incapacidad e inunda la auto-desconfianza
Si me trato a mi mismo como incapaz de afrontar las cosas, aparecerá el sentimiento de impotencia y la insatisfacción, lo que deriva hacia el victimismo.
Carl Gustav Jung nos dice que “la vida no vivida es una enfermedad de la que se puede morir”. Se entiende que vivir la vida tiene a ver con ir afrontando los problemas con los que me encuentre.
El sentimiento de ser valioso es esencial. Cuando uno se considera valioso se cuida a sí mismo de todas las maneras que sea necesario.
EL RESPETO Y LA DIGNIDAD CONDUCEN AL AMOR.
Cuando amamos a alguien, le dedicamos nuestra atención; atendemos al crecimiento de esa persona, como hacemos con los hijos. Cuando nos amamos a nosotros mismos, atendemos a nuestro propio crecimiento. Cuando prestamos atención a alguien, quiere decir que, ese alguien merece nuestro respeto. Se ama porque se valora. Paradójicamente, ser capaz de estar solo es la condición para ser capaz de amar.
El escuchar verdaderamente y el concentrarse por entero en la otra persona es siempre una manifestación de amor. Como también lo es, escucharse con atención a uno mismo. Solo la persona que tiene fe en sí mismo es capaz de tener fe en los demás.
Cuando una persona se respeta no está dispuesta a seguir aguantando según que situación. Continuar infeliz en ese trabajo o tolerar esa relación de pareja insatisfactoria. Las formas más elevadas de amor son elecciones libres y no actos de sometimiento. El amor respeta la individualidad única y la identidad diferente de la otra persona. El amor inmaduro dice: “Te quiero porque te necesito”. El amor maduro dice: “Te necesito porque te quiero”.
Erich Fromm, psicoanalista y filósofo, en “El Arte de Amar”, defiende que amar no es una emoción sino una capacidad que puede desarrollarse, y que está íntimamente ligada a la responsabilidad, el respeto y el cuidado de los demás. Esto es, con verdadero conocimiento de lo que realmente necesita y desea la otra persona.
Max Scheler, filósofo alemán. Nos dice que el amor nos introduce al mundo de la co-responsabilidad, de la lucha mutua de nuestro compromiso personal, que finalmente es la solidaridad con nuestro prójimo. La solidaridad se instala en el sentimiento más profundo del ser de la persona, porque brota de su mayor fuerza, que es el amor.
Confucio nos hace saber que “Aquel que procura asegurar el bienestar ajeno, ya tiene asegurado el propio”.